Crónicas de Chile – 2

Continuando con la anterior crónica de contenidos presentados en algunos de los Talleres Internacionales sobre Envejecimiento Poblacional celebrados entre los días 14 y 17 de enero en Santiago de Chile…

La Dra. María Julieta Oddone, Directora del Programa Envejecimiento y Sociedad de Argentina, desgranó con enorme profusión de detalles estadísticos las características del proceso de transición demográfica, o envejecimiento, en América Latina, y mostró el grado de desigualdad existente entre distintos  países, ritmos y condiciones de vida y salud de las personas. Así, mientras la mortalidad de los países más pobres, como Bolivia, Guatemala, Honduras y Nicaragua sigue bastante condicionada por la incidencia s enfermedades infecciosas, en los más desarrollados, como Uruguay, Chile, Costa Rica o Argentina, las pautas de evolución son más parecidas a los países más desarrollados: una gran incidencia de enfermedades cardiovasculares o enfermedades crónicas.  Otro factor de la desigualdad se recoge de las encuestas: un 50% de las personas mayores de clase alta declaran no tener problemas de salud frente a sólo un 26% de las de clase baja.

Más datos interesantes de los cambios derivados de la longevidad y los cambios sociales son, por ejemplo, la velocidad de aumento de personas centenarias –que en Argentina se han duplicado en 9 años-, o hechos que antes podían ser muy ajenos a este tipo de sociedades, como que el 40% de los ancianos de más de 80 años vivan solos. En conjunto, la Dra. Oddone, concluyó que América Latina en conjunto se podía definir en este tema como la clase media del mundo, pues no está ni a nivel de los países pobres ni al de los países más avanzados, representando el punto medio entre unos y otros

El Dr. Alan Walker de la universidad de Sheffield (Gran Bretaña)  hizo hincapié en que el envejecimiento no es tanto un problema demográfico sino político (algo reiterado por casi todos los ponentes, por cierto). Se trata de aplicar las políticas adecuadas a la nueva situación. Justificó además con datos muy precisos cómo el proceso de envejecimiento no estaba haciendo crecer los costes sanitarios, en contra de la creencia general.  Desde esta perspectiva argumentó sobre el hecho de la maleabilidad de la vejez y la necesidad de abandonar el paradigma del déficit, esto es, ver la vejez siempre por lo que se pierde, como un proceso de agotamiento de recursos vitales y de carencias, para sustituirlo por un periodo de nuevas oportunidades vitales. Ofreció un detallado panorama del envejecimiento y sus condiciones sociales en Europa, y respecto al conjunto del mundo.

Alan Walker resumió en tres grandes ideas los desafíos que afrontan las sociedades ante el envejecimiento.

  • La calidad de vida en la vejez
  • La plena ciudadanía de las personas mayores
  • Las desigualdades sociales en el envejecimiento.

Sobre esto último, cojamos simplemente algún dato de Europa. En cuanto a población mayor de 65 años en riesgo de pobreza, Holanda ostenta el mínimo (6,2%) y Rumanía el máximo (39,9%); España se sitúa en el 22,6%. Y otra más espectacular: la esperanza de vida sin discapacidad a los 65 años en Letonia es de sólo 2 años, mientras en la no muy lejana Noruega es de 16.

Hubo muchos más ponentes venidos de distintos países, todos ellos de gran categoría , pero lo expuesto puede dar una idea del tipo de información presentada desde la perspectiva social. Tengo que reconocer que las de contenido más experimental y médico están fuera de mi alcance. Nuestros amigos chilenos, dirigidos por el Dr. Jorge Allende, una prestigiosa autoridad en aquel país, fueron capaces de atraer científicos de laboratorio de una calidad extraordinaria, y de lugares como la Clínica Mayo, la John Hopkins University, MIT, etc. , pero no puedo reproducir aquí los avances que están llevando a cabo con nuevas moléculas anti-envejecimiento como la Rapamicina, o técnicas como la privación de calorías u otras que pueden ralentizar las consecuencias del envejecimiento y “comprimir” la morbilidad o fragilidad en la edad avanzada. La consecuencia: no sólo que cada vez más población llegará a edades tan avanzadas como los 100 años, sino que se podrá aumentar considerablemente la esperanza de vida media sin discapacidad.

De iqda. a dcha. los profesores Yves Joanette (Canadian Institute of Aging), Alan Walker (Univ. de Sheffield), Anne Martin Mathews (Univ. British Columbia), Jorge Allende (CNIC y Univ. de Chile), Fernando Alonso (Acceplan, Univ. Aut. Barcelona) y Rosa Kornfeld (SENAMA)

De iqda. a dcha. los profesores Yves Joanette (Canadian Institute of Aging), Alan Walker (Univ. de Sheffield), Anne Martin Mathews (Univ. British Columbia), Jorge Allende (CNIC y Univ. de Chile), Fernando Alonso (Acceplan, Univ. Aut. Barcelona) y Rosa Kornfeld (SENAMA)

No puedo acabar estas referencias sin hacer mención a nuestro país. Hay que destacar que en las tablas comparativas internacionales, España siempre aparece muy bien posicionada en términos de salud pública, pero muy mal en términos de políticas sociales. Hay personas que creen que la Ley de Dependencia era un lujo que no nos podíamos permitir, pero su escasa incidencia sobre el gasto público no ha hecho que abandonemos el vagón de cola entre los países desarrollados que menos gastan en protección social. Estamos muy por debajo de lo que nos corresponde por nivel de vida y desarrollo.

Para completar esta crónica incluyo la información de la revista The Economist de hace unas semanas, que trataba el tema del envejecimiento en Europa desde la perspectiva de la evolución de la tasa de dependencia. A partir de los datos de Eurostat se deduce que Europa acaba de alcanzar su máximo número histórico de población en edad laboral, 308,2 millones de personas, que comenzará a decrecer a partir de este año hasta alcanzar los 265 millones en menos de 50 años. Por el contrario, la población mayor seguirá creciendo, sin que estas tendencias vayan a cambiar en un futuro previsible. De este modo el porcentaje de mayores respecto a las personas en edad de trabajar pasará del 28% en 2010 al 58% en 2060.

Fuente: The Economist, January 26th to February 1st, pp. 64.

Fuente: The Economist, January 26th to February 1st, pp. 64.La Comisión Europea prevé que las finanzas europeas se vean muy afectadas por este proceso, con un sostenido crecimiento anual del gasto público vinculado a la vejez. Todo ello lleva a la revista a concluir que si la austeridad ya resulta interminable, no hay expectativa de cambios a la vista.

Frente a los negros augurios económicos publicados en The Economist me quedo con la perspectiva más positiva escuchada en Chile: las soluciones a este panorama son fundamentalmente políticos y las consecuencias negativas en gran medida evitables. Si bien la vejez es inevitable, también es maleable, por lo que se pueden emprender acciones para prevenir la perdida de funcionalidad y fomentar cambios en la organización del trabajo a lo largo del ciclo de vida y el papel social de la población mayor.

A partir de este magnífico encuentro en Santiago queda claro que el concepto de Envejecimiento Activo es reconocido de forma general como la estrategia a seguir en todos los ámbitos, y que los avances científicos pueden llevar a una importante disminución del periodo de fragilidad (compresión de la morbilidad) en la elevada edad. Quizá gracias a ello se puedan armonizar mejor las dos “almas” del envejecimiento activo: aquella preocupada por reducir el ratio de dependencia económica y los costes derivados del envejecimiento (versión OCDE, digamos), y aquella otra (versión OMS) centrada en la acción social colectiva –desde toda edad- en pos de una vejez más saludable, integrada y participativa. Que así sea.

Fernando Alonso, Director de Acceplan